Sólo tengo palabras de agradecimiento para Wafee. La conozco desde hace años y aunque siempre ha destacado por su luz ella es, como dice el dicho, como el buen vino. Sabia, buena y con fuerza. Siempre con ganas de enseñar al mundo a querernos y cuidarnos un poquito más, a parte de sus fabulosas pautas de criando en positivo. Me gustaría destacar que : Ella siempre piensa en el individuo más allá de la familia, involucrando en la crianza de las criaturas a educadores, familiares, amigos... Es amable y genera mucha confianza. La interacción es muy vivencial con ella en sus aprendizajes. Muestra pasión en todas y cada una de sus enseñanzas.

Mis mañanas eran una locura. Empezaba el día con un nivel de estrés tan alto que a mitad de la mañana ya estaba cansada. Después de las sesiones con Familias Imperfectas conseguimos organizarnos, disminuyeron los enfados y llegamos al colegio y al trabajo con una sonrisa. Hemos conseguido que los niños preparen sus mochilas, se levanten a su hora, se vistan a tiempo e, incluso, que les sobre tiempo para jugar antes de ir al colegio. ¡Menudo cambio!

Hay mucha información por internet sobre cómo educar a los niños sin tener en cuenta que los padres también somos personas y nos podemos equivocar. Hay mucha presión sobre cómo deberían ser los padres, está muy idealizado. Ver las caras de mis hijos cuando les dije que íbamos a hacer una reunión. Estaban felices. Después de tanto tiempo escuchando a mamá que tenía reuniones, el formar parte de ellas les hizo sentir más importantes.

Yo era mejor madre cuando no era madre. Antes de que nacieran mis hijos cuando veía ciertas escenas familiares me echaba las manos a la cabeza y pensaba “ Si me tengo que ver así me da algo”. Después llegaron mis hijos que se encargaron de ponerme en mi sitio y me dieron unas buenas dosis de humildad. En el camino, como todas, he tenido que ir aprendiendo. Ellos son mis maestros principales y Wafaa mi profe de repaso que evita que me estampe cuando siento que me ponen las cosas muy difíciles. Mil gracias por escuchar todas mi peripecias y recordarme que no soy la peor madre del mundo, sino solo una que lo hace lo mejor que sabe y puede.